Las feromonas en Coyoacán

Ir a Coyoacán antes de las 11 am es mejor que ir de noche; no hay mucha gente, se respira el olor a café por varias cuadras y ves a muchos adultos mayores arregladitos, con su periodiquito, zapatito boleadito... re coquetos ellos y mirándote como si fueras una top model.

No faltó un don madurón, que como le pedí permiso para pasar, me dijo ¡encantado! y hasta me regaló un folleto religioso además de una sonrisa a la Harrison Ford, que con caballerosidad dice: si tuviera menos años...

Y también me volteó a ver un chavo bastante guapetón que venía con su novia; ella embobada con una de esas prendas peruanas en algún puesto y el galán como de guarura... de adornito me pareció. El cuate, no muy discreto por cierto, cuando pasé a su lado me sonrió y se me quedó viendo a los ojos con un no sé qué, que qué sé yo... No suelo coquetear en la calle, pero era irresistible no seguirle el juego... De lo que su boca hiba expresando cierto gusto a su servilleta, me quedé pensando: bueno, este no tiene madre, con la novia a un lado y coqueteando conmigo ¿Qué pedo? Digo, que mal plan por ella pero la neta creo que le gusté... Total que ya cuando había caminado unos 4 metros, sentí su mirada y sí, joder, que diablos, salió la coqueta que llevo dentro, incliné la cabeza para hecerme maje mientras torcía el cuello para verlo, y cuando logré conectar con su mirada y el me hacía una nueva sonrisa... salió la guarura de novias que todas llevamos dentro y le saqué la lengua jajaja

Cuando voy de noche a Coyoacán no disfruto eso; es tanta la gente, y tantos los olores, que las feromonas se pierden... pero esta mañana, las gocé con un café en la mano y creo que regresaré ocasionalmente en ese horario por una dosis de filtreo curativo.