diciembre 20, 2009

Del tapete al techo: De la mediocridad a la perfección

Cuando has sido parte de alguna relación destructiva, con una pareja, un familiar, una amistad o contigo misma, las experiencias entendidas se convierten en focos rojos, aunque desde que naciste vienen contigo.

Ya no eres ese SER que se ponía de tapete, y buscas estar a la altura de un techo, pero tampoco eres perfecta: Eres humana. Una nueva persona, con virtudes y defectos, en busca de los cambios necesarios para ser mejor human@, Una Mejor Persona... y esa dinámica debe ser contínua.

Los focos rojos, señales, intuiciones, vocecitas internas o como gustes llamarles, son herramientas emocionales y perceptuales de tu propio comportamiento. Los tomamos como NETAS porque los sentimos y pensamos, pero cuando actuamos, simplemente olvidamos que debemos manejarlos de la mediocridad a la perfección.

Los focos rojos en definitiva son tus mejores alidados y hay que hacerles caso. Sí los omites o los pasas de lado, seguiras siendo una persona mediocre y estarás acostada sobre el tapete, sólo viendo al techo.

Para alcanzar el techo, no basta con ilusionarte y soñar. Tienes que levantarte del tapete, tal vez incada o rodándote, pero logras ponerte de pié; después estirarte, subir los brazos, expandir los dedos e incluso brincar si no eres suficientemente alta.

Pero entre esos esfuerzos y entre ese entusiasmo, ignoramos que estamos pretendiendo ser perfectos, e intentamos crecer del tapete al techo sin contemplar que por dar esos grandes saltos, puedes lastimarte o lastimar a otros.

El pedo es que esos focos rojos te impulsan a hacerte perfecta, primero para tí, luego para los demás. Esa perfección que supera la mediocridad no será alcanzada nunca. Insisto: Eres mejor persona, pero eres humana.

Por alguna extraña razón, cuando nos damos cuenta es demasiado tarde. Reaccionamos y brincamos con más cuidado, pero del tapete al techo, ya rompiste algo.

Después de romperlo, quieres repararlo, pero en mi caso, lo que creí que era reparable, agachó la mirada, no aceptó el pegamento y prefirió romperme la ma... me rompió el corazón... Afortunadamente ya sé reparar mi corazón, quedó como nuevo, y con él llegó una nueva persona: Una Mejor Sandra.

Los focos rojos si funcionan aunque no te guste el resultado de hacerles caso, pero si, admito que se tienen que considerar con mucha más consciencia y disposición de la que hasta ahora he manejado, porque hay que romper algo con decisión y no por accidente.

De ahora en adelante, intentaré mantenerme en el punto medio de la habitación, ENTRE el tapete y el techo, (aunque jaja también hay paredes, puertas y ventanas) antes de saltar o de quedarme acostada; primero escuchando a mi corazón, a mis focos rojos, y después pensando en las consecuencias, incluyendo lo que puedo romper: No soy mediocre y no soy perfecta.

No hay comentarios.: